País emisor: Argentina
Fecha de emisión: 1950
Después de leer el artículo que transcribo a continuación, me ha parecido que, de los muchísimos sellos en los que aparece José de San Martín (no sólo emitidos por Argentina), es el monumento fúnebre que guarda sus restos en la Catedral metropolitana de Buenos Aires la ilustración más adecuada.
Motivos uruguayos en la filatelia extranjera
El General San Martín en Montevideo
Por Juan Bosco Oberti
Dentro de la temática citada corresponde un importante capítulo a la presencia de ilustres personalidades en nuestro país, sea como visitantes, residentes o exiliados.
La inmensa figura del General José de San Martín, Libertador de tres países americanos tiene un destacado lugar.
El 10 de febrero de 1824 parte al destierro voluntario desde Buenos Aires hacia Europa y cuando la nave hace escala en Montevideo baja a nuestro suelo por primera vez, pero por muy poco tiempo.
Cinco años después, cuando decide regresar pasa nuevamente por Montevideo a bordo del Chichester pero no desembarca; tampoco le permiten hacerlo en su patria a donde llega como José Matorras y en tres días le extienden un pasaporte para que aleje en el bergantín General Rondeau hacia Montevideo, la aldea donde se vivía la euforia de la verdadera Independencia, con la Jura de la primera Constitución.
Febrero de 1829: funcionaba la Asamblea General Constituyente y Legislativa en La Aguada y José de San Martín acompaña y visita y participa de las deliberaciones del naciente Parlamento, sin dejar de mirar a su querida patria donde lo separaban grandes y graves discrepancias con los hombres que la gobernaban.
La Banda Oriental tomaba conciencia de lo que sería República Oriental del Uruguay.
Durante casi tres meses el ilustre visitante reside en la casa de Francisco Ramón Antonino Vidal, quien será primer presidente de la cámara de Diputados en 1830.
En abril don José de San Martín abandona nuestro suelo y viaja hacia Francia, rechazando el último intento que se hiciera para su regreso a la Argentina. "Entrar en la lucha sería convertirme en dictador o en verdugo", son sus palabras escritas en Montevideo el 14 de abril de 1829.
Treinta años en el voluntario destierro.
17 de agosto de 1850, tres de la tarde, Nº 5 de la rue Grand, en París: San Martín comienza a vivir en la inmortalidad.
Sobreviene un largo olvido. Diez años después de su muerte se presenta recién un proyecto de repatriación de sus restos; pasarán veinte años más para que se cumpla.
Y nuevamente está en Montevideo el General San Martín.
22 de mayo de 1880: sus cenizas reciben el homenaje de todo un pueblo cuando arriban en el transporte de guerra argentino Villarino. Es Presidente de la República el doctor Francisco Antonio Vidal, hijo de la familia que en 1829 acogió en su seno al viajero, y quien lo conoció como niño.
En la Plaza Constitución frente a la Catedral se tributaron los máximos honores a sus cenizas dentro de una urna de jacarandá, mientras las piezas de artillería de las naves argentinas surtas en el puerto rendían en nuestras aguas el primer homenaje argentino cuando ya no vivía.
En las últimas horas de la tarde zarpa el Villarino hacia Buenos Aires con su preciada carga, con sensible retraso.
Había transcurrido medio siglo desde que partiera de ese mismo puerto hacia el destierro.
El 28 llegaba San Martín a su amada patria a descansar para siempre, resonando aún las palabras del Presidente Avellaneda: "... sombra del Gran Capitán: nuestro último voto se encuentra cumplido. Descansáis para siempre en vuestra tierra!".
(Publicado en Cuadernos Filatélicos Uruguayos, N° 11, noviembre 1988, pp. 26-27)
Lo que nuchos Uruguayos y Argentinos no conocen son dos anécdotas que vinculan al General San Martín con el Uruguay, además de la conocida leyenda de que en realidad habría nacido en el Arroyo de las Vívoras, estancia Jesuítica, hoy ciudad de Carmelo. La primera: Pudo haber sido el primer presidente del naciente Estado Oriental y no aceptó. Como tampoco aceptó la Gobernación de Buenos Aires. La segunda, En su ejército y su regimiento de granaderos militaban cientos de orientales, hoy uruguayos. Atentamente Pablo Etchevehere, Argentina
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